Según la revista médica británica The Lancet, en 2040 España irá a la cabeza en esperanza de vida -por delante de Japón Suiza y Singapur- alcanzando de media 85,8 años. Para que eso ocurra tienen que confluir varios factores, no solo de salud, de los que las administraciones públicas han de rendir cuentas. Uno de ellos, la construcción de ‘ciudades amigables’, ha sido objeto de debate en el congreso nacional sobre Envejecimiento inteligente (Smart Aging) que la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología ha celebrado en Málaga.
Y aunque el término ‘ciudad amigable’ suene a mero slogan publicitario, lo cierto es que tiene su enjundia. Los cambios propios del envejecimiento tienen que ver no solo con quien los sufre sino con su entorno. Dicho de otra forma, la merma de las capacidades físicas puede contrarrestarse eliminando obstáculos, no solo con las nuevas tecnologías sino con habitar un espacio más amable.
La ciudad, nuestro ‘hogar ampliado’
Los cambios psicosociales de sociedades avanzadas evidencian cómo la vejez puede convertirse en un período de placidez para muchos individuos que aun estando solos no se sienten aislados. Según el Índice Global de Vigilancia para el Envejecimiento la mejor calidad de vida para este grupo se encuentra en Suecia, aunque subraya que su bienestar no tiene que ver siempre con los ingresos.
Miguel Ángel Valero, director de CEAPAT, un centro del Inserso que tiene como objetivo global que los mayores puedan acceder a espacios, productos, equipamientos y servicios que les faciliten su día a día, decía que la ‘ciudad amigable’ tiene que ser algo así como “nuestro hogar ampliado”.
Un objetivo ambicioso que no todos los municipios calificados de amigables (150 en el caso de España) cumplen porque “no siempre hacen bien los deberes”.
Ponga un sensor en su vida
Y es que, según Valero, no solo “cada persona tiene su propia medida de lo que para ella es una ciudad amigable”, sino que la lista de atributos que eleva a un municipio a esta categoría se nos antoja interminable.
Para entendernos, basta sólo enumerar algunos de los que el Centro de Referencia Estatal de Autonomía Personal y Ayudas Técnicas se marca como objetivos: facilitar la integración digital, impulsar el I+D en materia de accesibilidad, diseño, productos y servicios; implantar una cultura de diseño para todas las personas o asegurar la participación activa de los mayores con todos los agentes implicados en este proceso de integración.
Y esto pasa, citando sólo algunos ejemplos, por implantar sensores inteligentes en los hogares de quienes viven solos, que dan la voz de alarma si el agua no se ha utilizado durante un período considerable de tiempo; crear un plan de acompañamiento a personas mayores, o algo tan elemental como poner farolas en lugares públicos en que la ausencia de luz puede acarrear graves consecuencias.
Para ser realista y sobre todo prácticos, Valero señala que lo principal es saber cuál es la percepción que la persona tiene de ‘ciudad amigable’, usando indicadores como si puede pasear por ella, se siente sola, hay teatros o si se encuentra desorientado en ella.
No sólo un nicho de mercado
Por eso, para que un mayor, un anciano o un viejenials sienta que transita por un ‘envejecimiento inteligente en una ciudad inteligente’, tiene que percibirse en un entorno sano, maravilloso, accesible, razonable, suyo en definitiva, como ‘el hogar ampliado’ en el que se siente feliz. Una panacea -se nos antoja- que precisa de un feedback del usuario de los servicios, de una respuesta que reflejará si las administraciones o las empresas privadas que están por su ayuda lo están haciendo bien o no.
Pero “el camino se hace andando”, recuerda el ingeniero de telecomunicaciones del CEAPAT con realismo, porque sabe que para acabar con la tortura que suponen las ciudades actuales en accesibilidad, salud, transporte, etc. y conseguir un envejecimiento activo, saludable, sano, exitoso, feliz en definitiva, hace falta una metodología: que los municipios se unan en red, que los ciudadanos analicen su entorno, que los técnicos propongan un plan de acción, que los ayuntamientos lo apliquen y finalmente se evalúe para repetir el ciclo.
Pero como filosofía de fondo y eje vertebrador de las jornadas sobre Smart Aging celebradas en el auditorio del Museo Picasso de Málaga, entender que los viejenials no sólo son un nicho de mercado sino que también suponen una responsabilidad para las administraciones públicas, en ese deseo de que las ciudades sean más inclusivas y estén mejor conectadas. Un reto ambicioso en el que todos estamos implicados.
Elena Vergara
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