¿Dijiste alguna vez ‘las cosas son así’, o ‘yo no sirvo para esto’? Seguramente más de una vez y es posible que en algún caso algo de realidad sustentara la afirmación. La psicología y la experiencia nos dicen que afirmaciones de ese calibre, por sentirse uno ‘incapaz’, son más limitadoras que las posibilidades reales que tenemos para entrar en acción. Con la edad, miedos e inseguridades se acentúan, pero hay que plantarle cara al enemigo y no dejarse abatir.
El poder de la palabra dicha sobre nosotros mismos, definiéndonos, acotando nuestro mundo, retratándonos enmarcados en ciertos límites (que a veces ni siquiera fueron establecidos por nosotros), es tal que si fuéramos realmente conscientes de sus efectos secundarios acudiríamos de urgencia a buscar soluciones para borrar ese estigma.
Frases creadoras de identidad
¿Cuántas personas malograron sus vidas por algo dicho por un profesor, sus padres o alguien con ascendencia sobre ellas en su etapa de crecimiento? ‘Eres un inútil’, ‘las cosas son así’, ‘no hay que…’, o ‘tú no vales para esto’ son expresiones frecuentes que, sin saberlo, están taladrando nuestra conciencia pero, sobre todo, responden a patrones y creencias marcadas por otros, creándonos una identidad falsa.
Y en función de esa falsa identidad que conforma nuestro mapa cognitivo desarrollamos nuestras vidas, privándonos de explorar un sinfín de posibilidades que quizá estaban al alcance de la mano. En cualquier caso, somos seres sociales que necesitamos de los demás para construirnos como personas, lo malo es que las creencias de los demás vertidas sobre un niño como si fueran la verdad revelada y la percepción que tenemos de nosotros y lo que nos rodea, responde más al mapa que al territorio.
El mapa no es el territorio
La frase ‘el mapa no es el territorio’, acuñada por Alfred Korzybsky (Science and Sanity, 1933), responde a eso. Dicho en otras palabras significa que lo que percibimos del mundo que nos rodea es solo una parte, no el todo. A esto hay que sumar los filtros (personales, sociales y neurológicos) a los que estamos sujetos, que no solo nos limitan sino que también a veces entran en colisión con las percepciones de los demás.
La pregunta es porqué para muchas personas cuestionar esas creencias supone desestabilizar su mundo y por qué llegan a gobernar sus vidas, incluso cuando precisamente gracias a ellas todo anda mal.
La contestación de la Programación Neuro Lingüística (PNL) a esta realidad relacionada con las creencias es que “el mapa no es el territorio” y que quien sufre como consecuencia de su interpretación de la realidad es porque ha empobrecido su universo personal hasta tal punto que llega a confundir lo que cree que es con lo que es en realidad.
Me vienen a la cabeza multitud de ejemplos relacionados con el aprendizaje de la informática para un usuario básico. Cuántas personas a las que la revolución tecnológica les ha llegado pasados los cincuenta se niegan a aprender cómo usar el correo electrónico o las cuestiones básicas de un ordenador. “Yo ya estoy muy mayor para esas cosas”, “En realidad no lo necesito” o “Esas son cosas de jóvenes” son frases recurrentes que esconden el miedo a salir de la zona de confort pero no una imposibilidad real.
Ver las cosas tal como son
Pero ver las cosas tal cual son en realidad y dejar de padecer no es como echar un huevo a freír. Como cualquier cambio de hábitos requiere decisión y entrenamiento. Uno de ellos lo ofrece la meditación Vipassana, la que desarrolló y practicó Siddhartha Gautama, el Buda, quien cambió su vida de lujo y placeres por la búsqueda del remedio que combatiera el sufrimiento y el dolor.
La meditación Vipassana, que significa “ver las cosas tal como son en realidad”, enseña a observar “las raíces comunes de cuerpo y mente, en un viaje de autoexploración basado en la observación”, que acaba disolviendo la impureza mental y produciendo “una mente equilibrada, llena de amor y compasión”. ¿Demasiado complicado de entender? Como el aprendizaje de la informática básica, pongamos por caso, todo es ponerse a practicar con la ayuda de alguien que haya recorrido ese mismo camino ya.
La cuestión es si la promesa de una vida mejor en la que poder desterrar el sufrimiento, cambiando nuestra visión de la realidad, es suficiente motivadora o no.
Las dos fuentes del sufrimiento
¿Pero cómo ver las cosas tal como son en realidad y por qué esto nos protege del sufrimiento? La explicación la brinda la práctica continuada de la meditación y esa lógica aplastante que dice que las dos fuentes del sufrimiento en la vida son el apego y la aversión hacia cualquier persona, objeto o creencia.
Así pues, ejercitarse en el arte de observar lo que pasa por la mente y el cuerpo, sin juzgarlo, sin adherirse a ello ni rechazarlo, acaba con el sufrimiento y dolor. La meditación, practicada con regularidad, tiene efectos balsámicos podríamos decir. “La vida” –dicen desde la Fundación Vipassana- “se va caracterizando por una intensificación de la conciencia, por la ausencia de engaño, por el autocontrol y la paz”.
El cambio, la mejor aportación
Y de engaño precisamente es de lo que empezamos a hablar, de esa percepción de la realidad que todos tenemos y de nuestra adhesión a ella, a nuestro particular mundo, o de nuestro rechazo al de los demás.
Cuando las cosas empiezan a ponerse mal merece la pena preguntarse: ¿me quejo y escojo el papel de víctima, o cojo la vida por los cuernos y analizo qué me llevó hasta esa situación? La primera es muy tentadora porque supone echar la culpa a los otros recurriendo al ‘yo no fui’ infantil, a la ingenuidad de creer que uno no tuvo ninguna responsabilidad en lo que le ocurrió; pero la segunda es mucho más porque implica aceptar el reto de cambiar y empezar a confiar en el poder, la fortaleza y la sabiduría interior.
Louise L. Hay, consejera metafísica y profesora, sabe mucho de eso, como demuestra la infinidad de personas que siguiendo su ejemplo revolucionaron sus vidas con todo tipo de cambios personales tras descubrir y aplicar todo su potencial. Menciono su nombre como una pequeña punta del ovillo desde la que poder tirar e investigar si verdaderamente hay interés.
En definitiva, podemos empeñarnos en tener razón y seguir atrapados en nuestras creencias sobre nosotros mismos y lo que creemos que es la ‘realidad’, o seguir el sabio consejo de Gandhi: “la mejor aportación que puedes hacer al mundo es cambiarte a ti mismo”, porque seguro que en ese cambio nosotros gobernaremos nuestras creencias y no al revés.
Elena Vergara
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