No se conocen, cada una procede de una esquina del mapa, pero las une un afán común, atravesar una semana de ayuno terapéutico y hacerse un regalo de salud para mejorar su calidad de vida. Esta extravagancia para la mayor parte de la población, no es más que una vieja costumbre recuperada de la noche de los tiempos, para dejar actuar al médico interior e incluso sanar las enfermedades del alma.
Como cabría esperar, el distinto punto de partida de Christine (67), Teresa (52) Maryory ( 47) y Pilar (58), en hábitos de vida, condiciones físicas y experiencia como ayunantes, arroja un mapa colorido y plural de lo que esta misma travesía de siete días puede suponer para cada persona.
El organismo pide socorro
El ayuno, practicado so pretexto de infinidad de razones a lo largo de la historia, parte de una verdad suprema: limpia física, mental y espiritualmente. Y en el caso de Maryory, que en principio se enroló en la aventura un tanto a ciegas y con miedo a lo desconocido, el asunto tenía cierta urgencia. Su artritis reumatoide, el hipotiroidismo y el sobrepeso de 20 kilos debido a los corticoides que tomaba, estaban pidiendo a gritos una desintoxicación del organismo y alguna información sobre cómo alimentarse correctamente:
“Llevo tomando muchas pastillas durante muchos años; sólo para el dolor me recetaron ocho, pero al empezar el ayuno he dejado sólo la del hipotiroidismo. Mi día a día es muy duro y doloroso y he llegado a estar en silla de ruedas. El cuerpo lo he tenido todo inflamado, en un proceso que se ha ido desarrollando desde que tenía 32 años. Con el ayuno he perdido siete kilos, se me ha bajado la inflamación de las manos (ahora pueden verse los pliegues de los nudillos) y he revivido. Estoy muy feliz por eso”.
“El ayuno me apacigua”
Un caso en las antípodas del de Teresa, una vegetariana desde hace siete años (más joven en apariencia de la edad de su DNI), con cinco ayunos a sus espaldas a lo largo de 25 años.
“Mi primer ayuno lo hice con 27. Además de que limpias todo y regeneras tejidos, a nivel anímico y emocional para mí el ayuno es un ‘subidón’ de energía: me apacigua, me hace más tolerante con todo el mundo, quiero más a la gente, soy más empática y me dan más ganas de estar con todos mis seres queridos y de compartir. Reseteo, en una palabra”.
Pero aunque Teresa es una mujer sana, con indudable solvencia a la hora de hablar de asuntos dietéticos y alimentarse a ella y a los suyos, el estrés de la vida diaria como mujer empresaria le pasa factura como a todos.
“Cuando hago una semana de ayuno siempre aprendo algo nuevo sobre alimentación y recuerdo cosas o me planteo metas nuevas como practicar meditación, por ejemplo. Aunque lo común de todos los ayunos que hice es el aspecto emocional. También recomiendo hacerlo en grupo porque mi experiencia de las dos veces que lo hice por mi cuenta no me gustó, me sentí muy sola”.
“Para mí es un reseteo”
Una apreciación con sentido porque aunque limpiarse por dentro, desintoxicarse, es una experiencia íntima en la que es el cuerpo quien habla, hacer ese viaje en compañía de otros ayunantes enriquece. El cruce de información, las caminatas en la naturaleza, las clases de yoga, las charlas sobre alimentación y las horas compartidas a lo largo de la semana dan para mucho.
No es gratuito por eso que Christine volara hasta España, desde orillas del lago Leman -donde vive- para hacer su sexto ayuno. El primero quedaba veintiséis años atrás, en el lejano Hong Kong, cuando se zambulló por primera vez en esta experiencia que acabó siendo recurrente. Tenía por aquel entonces cuarenta y un años:
“Después de ese primer ayuno para perder peso y mejorar mi estado general de salud tardé veinte años en repetir. Lo retomé con sesenta y un años por la artrosis, el azúcar, la tensión alta y el sobrepeso. Yo llevo una alimentación sana, pero de repente tengo más vida social, viajo mucho y no tengo siempre la alimentación adecuada, por eso para mí es un reseteo”.
Siguiendo los consejos de la dietista, al descubrirle un hígado delicado, Christine acabó adoptando la dieta flexivegetariana, consistente en no comer durante 16 horas y dejar las ocho restantes para alimentarse, además de restringir el consumo de carne, pescado huevos y lácteos.
Recuperar la calma
“Es muy difícil ser vegetariana en esta sociedad” –dice- “Yo no soy integrista, así que de cuando en cuando rompo las normas. Por eso es bueno ayunar, para recordar los buenos principios que ya conozco y recuperar la calma y las buenas intenciones al regresar a casa, que durarán lo que tengan que durar”. Una calma que a veces llega tras la pequeña tormenta emocional que el ayuno desencadena en algunos ayunantes, en forma de bajones.
Y para que no cunda el pánico en caso de que llegue a ocurrir, Lola Rosas, la guía de ayunos al cuidado de las ayunantes en este rincón protegido de la sierra de Segovia que es San Rafael, advierte el primer día que no hay que alarmarse si alguien entra en crisis lacrimógena o se siente mal incluso físicamente. Es previsible, el organismo está haciendo su trabajo de restauración y de ajustes.
Buchinger y su terapia
Unos ajustes que para Pilar, la cuarta pieza del mosaico, resultaron ser insuficientes. El ayuno para ella era una asignatura pendiente que decidió cursar tras haber visto documentación científica sobre sus posibilidades curativas en todo tipo de dolencias. Pretendía, ingenuamente, eliminar en sólo siete días las dolencias que venía arrastrando desde hace más de veinte años.
El doctor Otto Buchinger, creador del método de ayuno terapéutico al que da nombre su apellido, se curó la grave enfermedad reumática que le había dejado inválido empezando con un ayuno de 19 días. Pero es el libro que publica en 1935, El ayuno terapéutico, el que desgrana con profusión de datos las enfermedades que puede derrotarse con esta práctica.
«Es cierto que durante el tiempo que estuve ayunando disminuyeron los dolores de la artritis, pero cuando empecé a comer como habitualmente lo hago – y eso que no me alimento del todo mal- regresaron. Lola me ha aclarado que no es suficiente y que cuantas más veces acudamos a esta experiencia de desintoxicación, mejor. De los días de ayuno me llevo, básicamente, no ya la pérdida de grasa abdominal, muy difícil de quitar, sino la conciencia de que debo incorporar el ayuno a mis hábitos de vida, como un regalo de salud”.
Elena Vergara
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