«Flores de otoño» es uno de los proyectos de Hanna Jarzabek. Fotógrafa polaca afincada en España, en este trabajo pretende hacer visible la identidad LGTB en el colectivo de mayores de 60 años.

Una vida «dentro del armario».
Pese a los evidentes avances en materia legal y social, el colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales sigue encontrando muchos problemas de todo tipo. Desde agresiones homófobas a discriminación laboral. Por este motivo, aún muchas personas de este colectivo optan por no hacer visibles sus opciones sexuales.
Esta circunstancia se vuelve más acusada cuando hablamos de personas que sobrepasan los 60 años. Nacidas durante la dictadura, el desarrollo de su identidad sexual se vio coartado por una maquinaria estatal que consideraba la homosexualidad y la bisexualidad, tanto masculina como femenina, algo pecaminoso, una enfermedad e incluso un delito.
La famosa Ley de Peligrosidad social de 1970 reprimía con dureza toda muestra de afectividad ajena al binarismo de género. Pero además, la sociedad española en la época de Franco era muy conservadora. El arraigo del catolicismo fomentaba una visión tradicional heteropatriarcal de la familia. Esto supuso la casi imposibilidad de poder desarrollar una conducta afectivo sexual diferente a lo impuesto social y legalmente.
Por este motivo, una parte importante de viejenials LGTB han vivido gran parte de sus vidas ocultando su condición sexual. Pero además, la visión estereotipada de la homosexualidad, que ya criticaba la activista Shangay Lily, es la de una persona joven con altos ingresos. La heterosexualidad se da por sentada en el colectivo de mayores de 60 ó 70 años.

«Flores de otoño». El proyecto como visibilización.
Para este proyecto, Hanna Jarzabek convivió con diferentes personas y familias del colectivo LGTB. Quería hacer visible su diversidad y problemáticas. Pese a la dificultad para encontrarlas -debido, precisamente, a su invisibilidad- ha logrado mostrar en su proyecto la vida cotidiana de estas personas así como su diversidad y los múltiples problemas que afrontan debido a su condición sexual.
En efecto, el colectivo viejenial LGTB se encuentra en muchas ocasiones en condiciones de gran precariedad económica y asistencial. Algunas personas se han encontrado con que al grave problema de la homofobia y la transfobia social se les añade el de la propia soledad familiar. Para otras ha habido una gran dificultad para casar su orientación sexual con la religión en la que tienen fe.
Existe una gran variedad de situaciones vitales. Algunas personas no han tenido descendencia. Otras, que se casaron para evitar el estigma social, han perdido la relación con sus hijos en el proceso de afirmación pública de su identidad sexual. En otros casos, se ha perdido a la pareja a una avanzada edad.
Por otro lado, a menudo, la única salida laboral para las personas transexuales estaba vinculada al mundo del espectáculo o del sexo. Pese a la mayor apertura social, la discriminación laboral de este colectivo se sigue dando hoy en día. Hoy, muchos y muchas se encuentran con que nunca han cotizado, y viven con pensiones asistenciales de 426 euros.
Las personas del proyecto.
En el proyecto encontramos casos como el de Marià. Se casó joven porque era lo que se esperaba de él. Divorciado a los 50, no inició una relación porque «no podía vivir algo que tendría que haber vivido a los 20». Pese a vivir solo y necesitar ayuda, no la pide porque le da miedo detectar una posible homofobia en quien venga a ayudarlo.
O el de Ángel y Esteve, que durante muchos años colaboraron con la parroquia de su barrio. Cuando se casaron, a partir de la aprobación del matrimonio homosexual en España, esta colaboración acabó. Ángel cuenta las aterradoras terapias aversivas a las que se sometió de forma voluntaria cuando se consideraba que la homosexualidad era una enfermedad que se podía curar. Pese a que la Asociación Americana de Psicología declaró en 1994 estas terapias como peligrosas e inducentes al suicidio, aún hoy hay quien las practica.

También Maite, que fue monja, o Pako que «fumaba negro para ser más hombre». Pere, que se siente solo y olvidado. O Carol, que ya jubilada, se vio en la calle, divorciada y con toda su familia sin hablarle cuando hizo público que, debajo del director gerente y padre de familia, ella era una mujer…
Múltiples historias que Hanna Jarzabek ha sabido plasmar con una delicada sensibilidad en «Flores de otoño, un proyecto audiovisual que combina fotografía con el testimonio sonoro y vídeo de algunas de estas personas.
Nos parece una forma muy acertada y hermosa de normalizar y dar visibilidad a este colectivo en la sociedad.
¿Qué te parece el proyecto «Flores de otoño»? ¡Cuéntanos!
Eduardo J. Cabaleiro es fotógrafo y profesor de fotografía.
Me ha encantado el artículo. Creo que ha descrito con claridad un aspecto tabú de nuestra sociedad. Por ponerle un «pero», el apellido del dictador está escrito en minúscula (franco). Aunque no sé si adrede. Yo, semana santa, dios, etc., lo pongo siempre en mínúscula. ¡jajaja!
En serio, fantástico artículo para un proyecto fotográfico extraordinario. De la fotógrafa, decir que vaya si tiene bien amueblada la cabeza; artística y emocionalmente….
Me alegra que te haya gustado, Neftalí. Ojalá el proyecto venga a Sevilla. Lo del apellido debe haber sido el subconsciente… Corregigo 😉 Muchas gracias por comentar.