Sí, las mujeres son las adalides del
nuevo entender el proceso de envejecimiento. Y son las más activas
en iniciativas que impliquen un repensar la edad en términos
reivindicativos. Quizás porque sobre nosotras han caído de largo
los estereotipos sobre la vejez, los hemos sufrido y seguimos
sufriendo con mayor intensidad y puedo acertar al decir que parece
que los años sólo se ceban con nosotras añadiendo pluses a nuestra
ya denostada condición.
Son razones poderosas; también la
tradición asumida de cuidadoras nos da una perspectiva mucho más
amplia y nos obliga a ser productivas hasta el final de nuestros
días, aún cuando el trabajo nunca es remunerado. Lo cierto es que
podemos afirmar que la revolución en cuestiones sobre el
envejecimiento la están liderando mujeres.
No es que el movimiento #metoo haya
abierto la caja de pandora, las “madurescentes” ya habíamos
comenzado el proceso tiempo atrás, aunque hay que reconocer que las
recientes campañas feministas han insuflado oxígeno en nuestros
viejos pulmones. Las experiencias que nos ha tocado vivir a la gente
de la generación del babyboom, sobre todo a las mujeres, que pasamos
de ser seres invisibles sin más nombre que el que nos ofrecía un
señor por casamiento, a ciudadanas con derechos, contestatarias,
rebeldes e insumisas, han ido alimentando nuestro tránsito a la edad
madura. No podemos olvidar que uno de los grandes fenómenos de
cambio social a lo largo del siglo pasado fue el protagonismo de la
mujer, su liberación y su incursión en la sociedad como grupo de
influencia y de decisión, en la medida que el proceso lo ha ido
permitiendo, que es lento, lentísimo.

Las mujeres de mi generación somos activas porque tuvimos que luchar contra el imperativo de la obediencia que vivieron nuestras madres; porque peleamos dentro y fuera de la casa nuestro derecho a estudiar, a trabajar, a hablar y ser respetadas. No vimos Atacar naves en llamas más allá de Orión, ni rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser, emocionadas con el replicante Roy Batty y sus lágrimas bajo la lluvia, aunque sí estábamos cuando el hombre pisó la luna en blanco y negro, y cuando nuestro país floreció dejando atrás cuarenta años de paisaje baldío, y cuando el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, y cuando cayó el muro de Berlín, y …
Lideramos este fenómeno de la nueva
edad porque nuestra experiencia nos hizo fuertes e inyectó en
nosotras altas dosis de paciencia y de determinación, de constancia
y de confianza en nuestra capacidad. Es impensable que llegadas a
este punto nos conformáramos con lo conseguido. Ahora queremos
acabar con el edadismo, esa lacra que nos percibe como seres no
deseables, inútiles, improductivos. Nos molestan las maneras y los
estereotipos con que se trata a la mujer mayor. Sufrimos mayormente
la discriminación laboral y la falta de oportunidades. Tenemos
razones suficientes porque estamos vivas y tenemos curiosidad y nos
renovamos a diario y batallamos con este nuevo proceso, el del
envejecimiento, con el que nos toca ahora lidiar.
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