Cuando alguien escucha a Linus Pauling, premio Nobel de Química (1954) y uno de los genios del siglo XX, no puede por menos que rendirse a sus pies. Su defensa a ultranza del uso de la vitamina C, que tomaba cada mañana hasta su muerte, en dosis 300 veces mayor a la recomendada para poder vivir, le valió el enfrentamiento y la burla de parte de la comunidad médica de su época. Sus propiedades curativas, sin embargo, quedan avaladas por la literatura científica, pero su humilde precio solo la recomienda a quienes no defienden intereses espurios, indefendibles si salieran a la luz.
Si se adentra en profundidad en los beneficios del también conocido como ácido ascórbico, se preguntará por qué la utiliza la industria cosmética, con precios a veces desorbitados, y es ignorada por la medicina convencional fuera de las dosis necesarias para mantenerse vivo: 75mg para la mujer adulta y 90mg para el hombre.
Esta vitamina, presente solo en frutas y verduras (de las que habría que tomar al menos cinco raciones diarias respectivamente), nos libraría de muchos desequilibrios en la salud, tomadas en dosis infinitamente superiores, como avaló con su experiencia y estudios clínicos el premio Nobel americano. De hecho, un tercio de la población mundial tiene déficit de vitamina C.
Un regalo para el organismo
Su función más importante: evitar el estres oxidativo (causante del envejecimiento prematuro), al promover la producción de colágeno para protegernos de los radicales libres. ¿Y a quiénes beneficia eso? A huesos, músculos, articulaciones dolorosas, tendones, ligamentos, dientes, encías, pelo, piel…porque fortalece el tejido conjuntivo y mantiene a las células unidas evitando fisuras en los tejidos.
Eso significa que previene problemas basculares porque evita enfermedades como la arterioesclerosis, ese endurecimiento y estrechez de los vasos sanguíneos que limita el flujo de la sangre; acelera la cicatrización de heridas, aumenta el sistema inmunológico, es anticancerígena, antiviral y antibacteriana, previene las cataratas, y es eficaz también para la fertilidad, contra los efectos del alcohol, las grasas y los procesos inflamatorios.
Y si su carencia en el organismo está avisando de consecuencias graves para la salud, como es el caso de las enfermedades autoinmunes (artritis reumatoide, espondilitis anquilosante, tiroiditis, esclesoris múltiple, dermatitis, enfermedad celíaca, fiebre reumática, tendinitis, fibromialgia, osteoporosis, gota, artrosis…) la pregunta es por qué no solo la medicina convencional sino la propia Organización Mundial de la Salud la recomiendan en dosis tan ínfimas. Máxime cuando su precio es tan asequible y puede mejorar la vida de tantos enfermos.
Curando lo incurable
Si rastreamos en Internet, la mayoría de webs la recomiendan en las dosis señaladas ya, salvo algunos estudios sesudos que abogan por los 126 mg/día. Sin embargo, Frederick Klenner, pionero en la investigación de la vitamina C y Thomas E. Levy, doctor en física, (Vitamina C, enfermedades infecciones y toxinas: curando lo incurable) dejan suficientemente claro que si no tomamos la dosis suficiente dejará de ser efectiva. Cada uno deberá encontrar la suya.
Linus Pauling solía decir a quien le preguntaba cuánta vitamina C tomar, que si todavía seguía teniendo gripe es que no estaba tomando la necesaria. Posiblemente no hay suficiente vitamina C en los alimentos –aventuraba, a tenor de las evidencias en la población- y tenemos que tomarla a través de suplementos, siempre que sea natural y no sintética. Sin la cantidad necesaria no podemos sintetizar el colágeno –explicaba- y es por eso que todos los humanos padecemos escorbuto sub-clínico, que es lo que se llama ‘buena salud en general’, pero que debería llamarse ‘mala salud en general’.
Curarse en salud
Él tomaba 18 grs. por día, 300 veces lo recomendado por la medicina convencional y un ejemplo que invita a que cada cual experimente en su cuerpo cuánta tomar. Pero el defensor a ultranza de las bondades del ácido ascórbico había encontrado su dosis tope aumentando la cantidad, poco a poco, hasta que le daba colitis simple o diarrea; en ese momento la bajaba hasta ir necesitando menos cantidad.
Y a quienes se cuestionen sus posibles contraindicaciones por ingerir una dosis importante, el químico respondía que al ser hidrosoluble el exceso lo elimina el cuerpo por la orina. En todo caso puede provocar molestias estomacales si no se toma tras las comidas principales.
Pero lo sorprendente, no es ya que el premio Nobel -que murió cumplidos los noventa- fuera ninguneado por la comunidad científica de su época al defender las megadosis (que le salvaron de una muerte anunciada, tras ser desahuciado), sino que a día de hoy la medicina convencional sigue haciendo oídos sordos a lo que cientos de estudios y experiencias clínicas han demostrado: la vitamina C, tomada en dosis importantes, entre dos y seis gramos al día (no los ochenta miligramos recomendados para no morir), puede incluso salvar vidas.
Elena Vergara
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